
Hace un calor sofocante y por más que me muevo no encuentro la postura, el punto perfecto donde la pizca de aire que se mueve en esta habitación me golpee con esa violencia cero. Cómo me gustaría estar ahora al borde de aquellos acantilados cerca de casa, donde el viento despeina y el sol no pega.
Cómo me gustaría estar ahora en tus brazos, a pesar del calor, a pesar de los kilómetros. Sólo por gusto. Por capricho. Porque quiero y porque sí. Sin dar explicaciones a nadie me cojo el siguiente avión y esta noche duermo en tu cama.
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