jueves, 27 de octubre de 2011

viernes, 21 de octubre de 2011

¿Marina se ha hecho mayor?

Hace ya unos cuantos meses le preguntaba a mi padre, como una niña asustada, que qué iba a hacer cuándo cumpliera dieciocho y algún conocido me pidiera ir a tomar un café si a mí no me gustaba el café...
La verdad es que, aunque suene ridículo, me sentía menos adulta por eso y tenía miedo de que otros también pensaran así.
Me contestó mi señor padre que tomara otra cosa que no fuera café, que eso era una tontería.
Pero, ¿qué otra cosa? Me preguntaba yo, porque no me gustan las bebidas con gas ni soy muy amante del alcohol, ¿pido un cola cao?

Como podéis ver era todo un poco patético pero realmente me preocupaba. Hasta hace unas semanas no había tenido ningún problema pero llegó el temible día en que fui a "tomar un café" con una amiga. Los segundos que tuve para reflexionar después de su "un café con leche, por favor" fueron insuficientes para mi mente, que simplemente contestó a la mirada de la camarera con un "otro, por favor".
Sorpresa, no sé si grata o no, al descubrir que el café con leche y azúcar no estaba tan malo y que incluso me gustaba.

Ahora vuelvo a la preguntas patéticas al preguntarme si con mi fin de etapa "no-me-gusta-el-café" he pasado trágicamente de la adolescencia a la madurez, porque... ¿todos los adultos toman café no? ¿Ya no soy esa niña que desayunaba en los bares con un cola cao?

jueves, 20 de octubre de 2011

Si fuera 1850...

Y fuera de una burguesía aunque esta fuera baja, iría a fiestas con vestidos sencillos pero preciosos y bailaría al son de una música que no taladraría mis oídos sino que balancearía suavemente mi cabeza y mis brazos, como si estuviera flotando en aguas tranquilas...
Tendría conversaciones sobre literatura y teatro con caballeros encantadores que me tratarían como a una dama, porque eso sería yo: una señorita cultivada con conocimientos sobre las artes y con muchas ganas de compartirlos.
Sabría tocar un poco el piano y tendría una ligera idea sobre ballet.
Mi pelo, recogido en un moño alto y con dulces tirabuzones, como marcaba la moda, estaría adornado con una flor de jazmín que habría encontrado en uno de mis paseos mientras buscaba ese lugar perfecto donde sentarme a leer.
Así sería mi vida, podría ser Elisabeth Bennet y tener para mí a Mr Darcy, pero soy Marina Ortiz, del siglo XXI, donde las cualidades deseadas en una mujer han cambiado y donde escasean los Mr Darcy.

lunes, 3 de octubre de 2011

Carta XVIII

Las noches son el peor momento del día porque recuerdo tus brazos al rededor de mi cuerpo.
Echo de menos el "tú" que sonreía y no hacía otra cosa que quererme. Cuando todo va mal me acuerdo del chico del que estoy enamorada y no del que ahora pareces, carcomido por la añoranza, rutina y melancolía. Y me pregunto como será el momento en el que te vuelva a ver... Intento sentir tus labios sobre los míos...
Tus manos en mi nuca, o en mi cintura, aprentándome contra tu pecho. Sentir tu corazón al ritmo de tambores, al volumen más alto que un corazón puede permitirse.
Retumba en mi mente el sonido de las lágrimas de aquel día...
Frío.


Tú sigues sin leer este blog, aunque seas el único protagonista. No sé si alguien no es todavía consciente del nombre que gritan estas frases.
Estas cartas son para ti, mi XVIII, número olvidado, perdido. Sigues siendo TODO para mí.

sábado, 1 de octubre de 2011

Comienza la vida "post-tú"

Has decidido destrozarme. Ahora caigo, al vacío. Hoy es el mañana que no quería que llegara, cuando se acaba el "nosotros" y empieza el "cuando éramos tú y yo". Sinceramente dudo que hayas dejado de quererme, al igual que sé que tú sigues siendo todo para mí. Estás en cada esquina, en cada banco, en cada noche, en cada segundo. En cada número catorce, dieciocho o todos los números en general... Estás tú. Con tu sonrisa a veces, otra con tu ceño fruncido... Y esos ojos verdes que están mirándome cada vez que cierro los ojos.
Pero estoy sola solita. Y aburrida de tanto drama.
Quiero pintarme los labios de rojo pasión y salir a vivir la vida sin ti, de la que ya no recuerdo nada.
Pero eso no significa que ya no te quiera, que no viva cada instante pensando qué estarás haciendo tú, o qué pensarás, o si te acordarás de mí tanto como yo de ti...