Me mira y mira a lo lejos. Vuelve a mirarme y sin pensarlo de nuevo se quita su chaqueta y me la ofrece. Casi no nos conocemos, pero no duda despojarse de aquello que le protegía y ofrecérmelo a mí, para que me proteja. Todavía los hombres siguen preguntándose el porqué de los actos de las mujeres -los que no tienen sentido son ellos-...
Acepto la chaqueta, a regañadientes y con vergüenza, con los pómulos sonrojados, lo que me alivia algo más del frío abrasador.
Entonces soy consciente, recuerdo que, aquel al que quiero jamás hizo algo así.