viernes, 20 de enero de 2012

Volver a casa


¿Y qué quieres que te diga? Que las cosas pasan, la marea sube y baja, hace frío, hace calor... Y algunas cosas no tienen remedio, porque la gente cambia al igual que las prioridades.
Y yo no he perdido nada más que el tiempo. Y lo mejor son esos días en los que me acuerdo de todo, de repente, primero hago una mueca y luego sonrío, no he hecho más que ganar desde entonces.

Echo de menos el mar, ¿quién lo diría? Pero siempre estará ahí, como amigo fiel, esperándome, esperando a que vuelva a casa. Eso sí que merece la pena.

miércoles, 18 de enero de 2012

Quizás mañana

Estoy tan profundamente agotada, cansada asqueada... que la verdad es que me da igual, no me importa.
No siento nada y a la vez lo siento todo. No escribo sobre mis sentimientos porque no sé que escribir. Siento un vacío de palabras, de sentimientos, de razones.
Pasan los días y se me olvida, se me olvida el día anterior, se me olvida la vida. Los días son eternos, no pasa el tiempo. EL trabajo se me acumula pero yo sigo haciendo las cosas mal, muy en mi línea.
La gente, de repente, me cae mal. Gente que sé que me aprecia. Estoy teniendo una sobrecarga de sentimientos, de emociones... O de falta de ellos. Estoy como en coma. No siento, o siento demasiado. No soy capaz de ordenar mis sentimientos para escribir. Lloro sin parar, sin sentido a veces. Me resulta maravillosa mi mente, tan difícil de desentrañar. Tanto dolor que me causa... o que no.
La verdad es que no estoy segura de nada, pero me siento tan sola. Tan sola. Tan vacía. Vacía.
Y no duele. Hoy.
Duele pensar que llevo aquí dos semanas y siento miedo del paso del tiempo. Veo a la gente cumplir 19 años y tengo pánico. Porque van a llegar, nuestros 3 años estancados y mis 19 años en un bucle.
Me siento traicionera. Me siento dolida, cuando no hay nada por lo que padecer. Me siento cruel.
Y hoy no acaba.
Quizás mañana.
No os preocupéis, quizás mañana.

Young love murdered




I got nothing to say, just wanted to release myself

sábado, 14 de enero de 2012

200 entradas y lo que queda

No consigo escribir una maldita entrada para el blog que se merezca ser mi entrada número 200. Osea que aquí está.
Esta es mi entrada número doscientos.
Doscientos.
He escrito doscientas entradas, de las cuales mucho más de un cincuenta por ciento tienen que ver contigo. Sí, contigo. Todos sabemos de quién hablo. Da igual, él nunca lee esto.
El resto de las entradas que no hablan de él -aunque en realidad todas llevan su esencia- hablan sobre crecer, sobre los cambios que estoy viviendo en esta vida, vida de una niña que quiere crecer y dejar tantas cosas atrás como atada se siente al pasado.
Esta soy yo, tengo de todo, no tengo nada. Tengo dos manos con las que escribo, probablemente es lo que más me gusta de mí, os guste al resto o no.
Soy feliz, lo soy, lo admito. En estos casi dos años que llevo escribiendo en este blog me he dado cuenta de tantas cosas... Respecto a mí y respecto a los demás, respecto al mundo y respecto a mi círculo de conocidos más cercanos.
He salido, por fin, de la burbuja en la que me encontraba, como si fuera un pollito metido en un huevo... o una serpiente, que los reptiles también son ovíparos y fíjate, no tengo porque ser un "dulce" pollito, puedo ser una "malvada" serpiente. O simplemente podemos aprender de una vez por todas a no verlo todo o blanco o negro, que tan ridículo resulta.
Bueno, pues mientras salía de este lugar en el que me encontraba escondida, prácticamente ajena a todo lo que pasaba fuera, he aprendido que la gente no es tan fácil como pensaba, que tampoco todos son buena gente y que lo más común es que a la gente le importa muy, muy, muy poco como me sienta yo.
Yo era la triste niña ingenua que sale de su casa y se encuentra con que no todo son sonrisas.
Durante años y años, por cada maldad de la gente me he echado la culpa. Me ha costado AÑOS salir de mi cascarón. Y aquí estoy, más viva que nunca. Herida. Caída. Curada. De nuevo en pie.
Y de lo que más recientemente me he dado cuenta es de que como yo estamos todos, que todo viene del dolor, de la experiencia. Que no soy la única que se siente triste, que no estoy sola, que se puede todo se puede superar.

Hasta hoy he ido creciendo, pero lo mejor de todo es que lo que me queda por aprender es mucho más que lo que ya he aprendido.

Gracias a todos y a cada uno de los que hayáis leído este blog, ya sea de paso o con frecuencia. No tenéis ni idea, no podéis imaginar lo que significa para mí.
A partir de hoy, al que me diga que ha leído mi entrada -esta o cualquier otra- le daré un abrazo, porque mi agradecimiento es inimaginable y eso es todo lo que puedo ofrecer.

Gracias.

viernes, 6 de enero de 2012

Prejuicio

Puede ser de todo: lista, tonta, habladora, callada, sincera, mentirosa... Mil adjetivos pueden describirme si dependemos del punto de mira.
Cualquier comportamiento es en seguida juzgado y encasillado, casi siempre injustamente, pocas veces hay vuelta atrás.
Puedo ser cualquier cosa, "tonta, ciega, sordomuda, torpe, plasta y testaruda", puedo ser mujer o ser niña, fuerte o débil, llorica o insensible.
Pero hay algo que no soy y que nunca seré, -mientras esté en mi mano- yo no soy insustancial o insípida sino intensa.