miércoles, 5 de febrero de 2014

No podemos volver si nadie nos lleva

"Tenía los ojos verdes, de un verde pantanoso que llegaba a ser deslumbrante, pero que por norma era algo triste. Él entero era algo oscuro. Quizás eran sus largas pestañas negras o sus pobladas cejas, tan a menudo en gesto de enfado.
Él entero era profundo, distante, misterioso. No hubo ni un solo momento en el que no quisiera saber más de él. 
Recuerdo sus enormes manos alrededor de mi cintura, y cómo sentía que me quitaba un peso de encima. Como si el simple hecho de que estuvieran ahí liberara algo en mí que me costaba mucho trabajo mantener bajo llave. Recuerdo sus primeras medias sonrisas, recuerdo como las veía furtivamente, preguntándome qué había más allá. 
Quizás nunca llegué a saberlo.
La primera vez que me dio la mano sentí un vacío dentro de mí. Entrelazó sus dedos con los míos y sentí que tiraba de mi cuerpo. Quizás era yo quien tiraba de él. Muchas veces pienso que se estaba ahogando. Estaba sumergiéndose en aguas en las que no sabía nadar, y no podía evitarlo. Era yo quién tiraba de él con nuestros dedos entrelazados.
Pero año tras año él siguió tirando de mí todas aquellas veces que el agua me inundaba y yo no conseguía respirar.
Siempre quise saber más, y muchas veces pensé que quería saber cosas de él que ni siquiera él conocía. Como todas esas preguntas que nunca supo contestar. Tampoco las palabras fueron nunca su fuerte. Ni la sinceridad. Ni la paciencia. Yo nunca supe callarme, siempre quise conocer lo que había detrás de todo aquello.
Recuerdo tumbarme a su lado, en el césped, o en la cama, o en el sofá. Enredar sus piernas con mis pies. Respirar su aire apoyándome en su clavícula. Y pensar en que aquello no podía acabar nunca. Aquello era imparable. Recuerdo pensar que era imposible sentirse mejor. Era imposible sentir más paz.

Nunca hacía ruido y siempre veía más que nadie. Veía más allá, pero no entendía qué significaba todo aquello. Todo en él era oscuro y se empeñaba en buscar la luz. Porque la oscuridad le daba miedo. 

Tenía muchos miedos, pero creo que no temía a nada como se temía a sí mismo. 

Recuerdo uno de los primeros te quieros como algo nuevo. Recuerdo sentir como si fueran palabras que nunca había escuchado, como si fuera un idioma diferente.
Recuerdo sus labios carnosos, que apenas se movían cuando hablaba estando serio o incluso enfadado. Los recuerdo bajando por mi cuello y a milímetros de distancia de los míos... Sólo su presencia me paraba el corazón.

Estoy segura de que nunca me querrá más que aquel último día, en aquel banco donde siempre nos sentábamos a esperar. Nunca sentirá algo más fuerte que lo que sentimos. La desesperación de querer estar más cerca, más tiempo, más veces. Antes de que me fuera me dijo que me quería. Ese es el último 'te quiero' que recuerdo antes de que todo se estropeara.

Tenía muchos miedos, pero estoy segura de que a lo que más temía era a sí mismo."