miércoles, 31 de diciembre de 2014

¿Sabes qué?

Últimamente no paran de decirme que se me ven los ojos verdes. Y yo me encojo de hombros, sonrío y lo agradezco.
Hoy, como un flash, de repente lo he sabido: no es casualidad. Es el trocito de ti que dejaste dentro de mí porque jamás dejarás de sentir lo que sientes. También, sin querer queriendo, para que no te olvidara, ¿verdad? Porque nunca, nunca, me hablarán de unos ojos verdes sin que mi mente vuele hacia los tuyos.
Tienes suerte, mis ojos verdes son claros. Tienen luz. Porque he ido abriendo pasito a pasito, golpe a golpe, cada una de las ventanas que cerraste. Y los rayos de sol pasan a través de las grietas de mi corazón remendado.
Y soy feliz por los recuerdos y por lo mucho que me inspiran.
Sobretodo porque ya sólo son eso, recuerdos.
Y le contaré a mis nietos la historia del coco de los ojos verdes, oscuros y empantanados.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Suspiros que desearías no tener a medianoche

Sigue parándoseme el corazón cuando veo a alguien de lejos que se parece lo más mínimo a ti.
Me asusta encontrarme con tus ojos verdes en la noche gijonesa.
Pero estoy orgullosa de mí misma, porque un año después he sobrevivido. Y soy feliz. Y soy capaz de ser aún más feliz.

Me asusta pasar por nuestras esquinas. Por nuestros bancos. 
Veo a parejas sentadas y siento un escalofrío. Ahí fue donde me robaste el corazón. Y donde decidiste nunca devolvérmelo.

- ¿Cómo de dramático está permitido ser aquí? Ah, se me había olvidado que mi única editora soy yo. -

Veintiún años de vida y te has colado en el ranking de lo peor que me ha pasado. Espero que estés orgulloso, nunca te gustó perder.

A veces suspiro y siento que me escuchas. Y siento que suspiras también.
Sí, a ti también tiene que dolerte esa espina ahí clavada. 

Cierro los ojos. 
Te veo.
Los abro.
Te vas.

Gracias a Dios.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Todas mis primeras veces

Si tuviera que volver atrás, a esa época, probablemente repetiría los mismos errores que tanto daño me hicieron. Aun a sabiendas de lo que estaba provocando dentro de mí. Quizás es porque ya se me ha olvidado un poco como se sentía. 
Hay una cosa que nunca repetiría: después de todas las vueltas que dimos, de todas las oportunidades, los besos, las verdades escondidas, las realidades de las que teníamos miedo... No repetiría aquel último intento de hacer que me quisieras como yo creía que me querías. 
¿Nunca me quisiste? No estoy segura. Ni siquiera sé si tú lo sabes. Pero si hay una cosa que tengo clara es que en esa última ocasión de querernos... Definitivamente no me querías. Ni un poco.
Mi corazón ya se había roto y estaba desperdigado por el suelo de mi alma en pequeños trocitos. Algunos demasiado destrozados como para recuperarlos.
Pero lo que sentí en esa ocasión, esa última vez en la confié en ti fue mucho peor:
Sentí ira, decepción, traición, humillación. Me sentí estúpida. Infantil. Sentí odio y deseos de venganza. Me dolió, pero no fue perderte lo que me dolió. Fue descubrir que ni siquiera había sido consciente de cuándo me habías abandonado. 
Hasta en el peor de los sentidos tenías que despertar en mí emociones que nunca en mi vida había sentido. Fuiste todas mis primeras veces hasta para aquello que me gustaría nunca haber experimentado. 
Y ahora incluso veo tu fantasma.