sábado, 10 de octubre de 2015

Tú eres el viento

Me gustaría poder decirte exactamente cómo hacerlo. Decirte que hay un botón en algún sitio, un interruptor. Me encantaría contarte la receta mágica que utilicé para dejar de derramarme cada mañana y cada noche.
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Quizás si te cuento cómo era y cómo es sientas algo, una chispa, esperanza. Pero qué te puedo decir que no sepas ya. No quiero aburrirte ni invocar a la tristeza, que de esa ya tenemos suficiente.
Quiero invocar a los colores bonitos, a las flores, al camino de hierba sin cortar que se aplasta cuando pisas. Quiero que recuerdes ese olor a césped recién cortado, justo antes de la tormenta. El olor a lluvia. El olor a mar. Y si no lo recuerdas quiero que te imagines allí y que tu mente se imagine algo parecido. Lo que pueda.
Quiero que pienses en tumbarte en la arena de una playa vacía, el cielo gris y ni una pizca de viento. Así te ves, ¿verdad? 
Inmóvil, aplastada por una especie de gravedad extraterrestre. Pero no, mi amor, tú eres el viento. El que mueve las nubes y las hace desaparecer. El que susurra en las hojas de los árboles y te canta al oído. El que levanta la arena creando tempestades destructivas. Eres el huracán, la tormenta que limpia el aire, la lluvia que despeja el cielo.
El viento que pasa por donde sea y, si no puede, lo tira todo abajo. 
Eres invencible y no te lo crees.
Ahora toca volver a empezar.

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