sábado, 29 de agosto de 2015

Historia de una guerra

Tenían quince años y la vida por delante. Ella tenía muchos sueños y en todos estaba él.
Él no sabía lo que quería, pero sí que la quería a ella.
A pesar de todo, había algo que no la dejaba descansar. Esa mota de polvo tenía una etiqueta que ponía "maneras en las que esto puede salir mal".
Sentía cierto peso en el pecho, pero cuando se besaban su mente se iba de este mundo.
Los besos que él le daba cubrían por completo la duda, con la pasión y la delicadeza de un chaval de dieciséis años que nunca ha querido tanto.
El día o la noche, daba igual, ella siempre sentía algún tipo de fuerza invisible que la acercaba a él. Y mientras tanto, en silencio, pensaba en todo lo que no funcionaba.
Con diecisiete, que no eres niño ni adulto, sientes que todo en la vida puede llegar a ser grandioso y rompes con el pasado mientras sigues esperando que llegue el futuro. Ese futuro que parece que nunca llega. Se cuidaban mutuamente, crecían y creían en lo increíble. No había nada en la vida que fuera más importante para ella.
Bueno, sí.
El futuro, las aspiraciones y la vida misma se interpusieron en su camino. Ella se marchaba a perseguir lo que toda la vida había estado persiguiendo.
Ninguno de los dos fue lo suficientemente fuerte como para luchar, se dejaron llevar por la corriente.
Dieciocho años y los besos eran casi dolorosos, porque seguían queriendo con un toque de locura, que lo convertía todo el algo tan frágil como irrompible.
Matterhorn, Switzerland
Matterhorn, Switzerland
Estaban asustados porque se querían. Porque se seguían queriendo. Qué clase de amor es ese.
Las cosas empezaron un discreto camino diferente, sin embargo, con diecinueve años. Todo ese miedo, esa duda, esa falta de compromiso... Se convirtió en un ente a parte, que en muchas ocasiones gobernaba sus cuerpos.
Esos cuerpos que tantas veces se habían entendido sin necesidad de palabras ahora necesitaban cientos de explicaciones... Y ninguna era suficiente.
Con veinte las ecuaciones de segundo grado parecían un chiste, al menos para la niña de letras, y en cambio, ella deseaba poder poner todo ese problema en papel y resolverlo.
"¡Cómo pudiste hacerme eso!" Gritaba. Como si ella no hubiera participado en destrozarse el corazón. Como si a él no le doliera haberla hecho daño.
Aún así, lo siguió haciendo. De perdidos al río, la vida sigue, y todos los refranes y frases tontas populares. Él no supo cómo reaccionar, ella no tuvo muchas opciones.
Por primera vez en cinco años, se dieron la vuelta... Y caminaron, sin parar y en direcciones opuestas. Dejando en aquel lugar donde se quisieron los restos del desastre. Dejando allí todo lo que no querían seguir cargando a lo hombros. Las penas. Los sentimientos.

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