El corazón no es un músculo. El corazón es fuego. Es fuego fatuo.
La ardiente espera que precede a un beso puede quemarnos por dentro, pero si el dueño del beso está para curarte las heridas, esperarías para siempre.
Yo quemaría cada uno de mis órganos con tal de volver a esperar, con tal de tener esa esperanza.
A veces el fuego te invade, pero no hay nadie para salvarte de esas llamas. Entonces mueres. Pero el fuego del corazón nunca se apaga del todo.
El dolor más intenso perceptible es aquel que sientes cuando construyes un muro alrededor de la llama. Ya has temido por ella, así que la atrapas. Pero ante una barrera de tales características, parece que no hay salida, y el fuego amenaza con extinguirse. El miedo te llena, no sabes qué hacer pero el arder para siempre está cada noche en tus peores pesadillas.
Uno siempre tiene miedo a enamorarse, hasta el día en el que estás enamorado, y no sabes ni cómo ha sido.
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