Me tumbo en el suelo para escuchar el silencio de mi casa vacía. Estiro la espalda e intento que mis lumbares toquen el suelo. Miro al techo... Todo resulta tan real como de ensueño en este momento.
Mis dolores de cabeza que han sido diagnosticados como tensionales han vuelto a aparecer en los últimos días, después de casi tres semanas de letargo total: dormir, comer, internet, algo de ejercicio, dormir, comer... La única explicación posible y aceptable por mi razonamiento es la vuelta a clase. Veinte años y sigo emocionándome, solo un poquito, por el comienzo de un nuevo curso. Esa sensación de clases, compañeros nuevos. Incluso en pensar que este año puede que esté en un piso diferente... Me hace sonreír.
Los últimos dos años han pasado tan rápido como una semana medianamente divertida y estoy en el ecuador teórico de la carrera.
Y aquí estoy, tirada en el suelo, solo oyendo de lejos el ruido de la televisión de algún vecino, pensando en cómo he llegado hasta aquí, hasta este momento.
Tirada en el suelo intentando pensar en que no es mi segunda posibilidad la que me provoca los dolores de cabeza, que no es el ver el precipicio por donde he caído unas cuántas veces lo que me produce tensión.
Nos enseñan a creer en el amor, pero una vez me dijeron "no te cases nunca, te arruinará la vida".
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