El metro estaba lleno a reventar pero una persona se levantó de su asiento para bajar, justo delante de nosotros. Mi marido se sentó e hizo un gesto como para que me sentara encima. Obviamente no me iba a sentar, tenemos 40 años, no 15. Mi marido, al ver mi negativa se encogió de hombros y siguió ojeando el periódico.
Y ahí me quedé, de pie, durante otras cinco paradas, preguntándome porqué me habría casado con semejante subnormal.
Me encanta. Muchísimo.
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