Me arrepiento tanto… Tantos años desperdiciados de una manera catastrófica. Sueños tirados al olvido. Puede que esté siendo dramática, como dicen que soy siempre. Como dice toda esa gente, maldita sea la hora en la que los seres humanos descubrimos nuestra capacidad de juzgar, porque duele. Dicen que me creo el ombligo del mundo, ¿os molesta? Porque estoy segura de que si es cierto, a nadie le duele tanto como a mí. Me reiría de esta misma frase, porque es ridícula, pero no me hace gracia.
Y de repente es como si hubiera un muro alrededor de mis sentimientos porque no consigo acceder a ellos, soy consciente de lo que siento, pero hablado suena patético. Y probablemente lo es. Lo soy.
Y después de todo este tiempo sigo sintiendo como si no fuera nadie, como si no valiera para nada en absoluto, como si las cosas no hubieran cambiado. Como si siguiera siendo esa niña, dolorosamente perdida y lejos de su sitio, que llegó aquí hace ahora 7 años. Con infinitas esperanzas, que creía en los príncipes azules y soñaba con ser Cenicienta el día de mañana. Ese día ha llegado y sigo igual. Igual. Totalmente igual. Lo único que ha cambiado es que ya no es Cenicienta, ahora es Hannah Montana… Podría adivinar qué es peor.
Sigo teniendo los mismos defectos y sigo moviéndome igual por el espacio, sigo dando vueltas alrededor del mismo agujero, siempre a punto de caer. Sigo con el mismo sueño, exactamente el mismo, sigo creyendo que no es un sueño sino una realidad y no he aprendido prácticamente nada. Nada que me ayude a salir de este huracán al que en mis escasos mejores momentos consigo comer terreno. Desgraciadamente, los momentos malos son los más abundantes.
Es precioso, tan bonito y sincero que duele.
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